Solotildistas frente al mundo

Los plenos de la RAE de los días 2 y 9 de marzo de 2023 han levantado mucha polvareda en los medios de comunicación y han sido tema de conversación presencial y virtual, pero no ha cambiado absolutamente nada con respecto a la tilde de la palabra solo y de los demostrativos.

De la nota informativa sobre la tilde en solo (9 de marzo de 2023) se deduce que solo ha sido «un cambio de redacción de la norma que la hace más clara». Por tanto, cuando quien escribe perciba riesgo de ambigüedad, ‘puede’ (no debe ni tiene que) usar la tilde en el uso adverbial de solo y en los demostrativos que funcionan como pronombres.

A partir de aquí cada persona interpretará lo que quiera o lo que le convenga, sobre todo si hace bandera de su intención de no bajarse del burro. Apunto posibles interpretaciones (con toda la ironía y buen rollo que la lectura de la prensa y las intervenciones en Twitter me han dejado estos días):
• Habrá quienes ‘casualmente’ perciban riesgo de ambigüedad en absolutamente cada caso en el que aparezca la palabra solo en su uso adverbial y los demostrativos en su uso pronominal.
• Otras personas no usarán la tilde jamás, incluso si perciben claramente que lo que acaban de escribir es ambiguo.
• Otras usarán la tilde estrictamente/solo cuando perciban que lo que acaban de escribir puede entenderse de otra manera y no desean que eso ocurra.
• Otras intentarán modificar levemente su discurso si perciben que puede dar lugar a más de una interpretación: cambiarán de sitio una palabra, elegirán otra en su lugar, añadirán algún elemento para conducir la interpretación, etc.
• Y habrá, claro, quienes pongan la tilde a diestro y siniestro o a voleo, con lo que los lectores no tendremos manera de aclararnos.

Como viene ocurriendo en casos similares, en estas semanas medio mundo se ha hecho experto en cuestiones ortográficas al rebufo de dos plenos de la RAE (en otros momentos han salido de debajo de las piedras expertos en arbitraje, en vulcanología, en política exterior, en virología…). Este asunto ortográfico dejará de ser trending topic y todo volverá a la normalidad. Porque la lengua es mucho más que tildes ‘opcionales’.

Me preocupa la obstinación de los solotildistas y la (con)fusión entre los conceptos de ambigüedad y de nostalgia.

La ambigüedad en el discurso rompe una de las máximas que estructuran el principio de cooperación de P. Grice, concretamente la máxima de modo o manera, que tiene que ver con la elección de las palabras y el modo de decir las cosas (exposición clara y ordenada). Esta máxima se desglosa a su vez en cuatro subcategorías: a) evita la oscuridad en la expresión; b) evita la ambigüedad; c) sé breve y d) sé ordenado. Si quien habla o escribe persiste en su intención de ser ambiguo, estará transgrediendo la máxima de modo y exponiéndose a que su interlocutor reinterprete lo dicho. Si quien escribe percibe riesgo de ambigüedad, lo mejor que puede hacer (a no ser que tenga otra intención) es seguir la máxima de modo de Grice, es decir, desambiguar, lo que se traduce en modificar levemente su discurso cambiando de sitio alguna palabra o eligiendo otra en su lugar, incluir algún elemento explicativo para reconducir la interpretación, etc.

A los nostálgicos de la tilde en solo y en los demostrativos les pediría que abandonaran sus posturas enconadas y que trataran de asumir que la tilde diacrítica en la actualidad solo sirve «para distinguir entre sí los miembros de ciertos pares de palabras grafemáticamente idénticas, pero de distinto significado y función, siendo uno de ellos tónico y el otro átono» (RAE-ASALE, Ortografía de la lengua española: 2010) y no para resolver ambigüedades sintácticas o anfibologías léxicas.

Que esa tristeza melancólica originada por el recuerdo de una tilde perdida no empañe los principios generales sobre los que se asienta la acentuación gráfica en español (véase la Ortografía de la lengua española, 2010: capítulo II.3) y el uso de la tilde diacrítica (véase el excelente y clarificador artículo de Salvador Gutiérrez Ordóñez que lleva por título «Sobre la tilde en solo y en los demostrativos», BRAE, tomo XCVI, cuaderno CCCXVI, 2016, págs. 471-528, en el que examina la tilde diacrítica con criterio científico).